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  • Foto del escritorIvette Estrada

Mis deseos rebasaron los sentidos y no buscan llenarse ya los ojos de verdes praderas, ni aspirar la fragancia de lavandas y eucaliptos o saciarse de miel; tampoco aprender la textura indescriptible de la piel o apreciar el barroco canto de un pájaro...mis deseos escaparon de placeres conocidos. El hedonismo que persiguen ahora mis deseos no está en los besos ni en la fruta. Sólo en un fragmento escuálido, diminuto, incluso imperceptible, de bendita serenidad.


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  • Foto del escritorIvette Estrada

La “infodemia” del Coronavirus



Covid-19 no sólo genera estragos de salud y en el ámbito económico. También propaga desenfrenados rumores, mitos y desinformación a través de las redes sociales, pláticas informales e incluso en los medios de comunicación tradicionales.

El coste de un rumor puede ser desde asumir como realidad una mentira a tomar decisiones equivocadas, inducir enfermedades físicas o mentales e incluso, propiciar desabasto y muerte.

Un rumor tiene sólo tres ingredientes: incertidumbre, importancia de la situación y falta de información. Su función es tener una salida para nuestra ansiedad y un método para llenar vacíos en nuestro conocimiento. Las consecuencias, reitero, pueden escalar de vivir una simple mentira a causar terror e incluso muerte.

El Rumor es igual a la Importancia situacional multiplicada por la Ambigüedad. Además, el rumor logra multiplicarse en públicos y situaciones altamente emocionales. Una crisis como la pandemia del COVID-19, por ejemplo, enfoca e intensifica la vida emocional y los rumores surgen para expresar estos sentimientos.

En general existen tres tipos de rumores:

1. Indagatorios. Se trata de un rumor que trata de responder el por qué de determinada situación. Generalmente muestra hostilidades pre existentes que encuentran culpables a un problema. Su misión es detectar a los victimarios. La creación artificial del COVID-19 que unos atribuyen a China y otros a Estados Unidos, es ejemplo de ello.

2. Ilusorios. Son los que expresan nuestras esperanzas y deseos. Los que nos permiten hallar la luz al final del túnel o encontrar algo bueno, y realmente utópico o improbable, en una crisis. El hallazgo de una vacuna o realizar gárgaras con sal para eliminar el virus son algunos ejemplos de ello, así como los delfines que aparecieron en Venecia.

3. Pesimistas. Son los rumores que vuelven tangibles nuestros temores. Aquellos que nos confirman que afrontamos una situación distópica e incontrolable. En los hospitales matan a los pacientes, nos quedaremos sin alimentos, el ejército encarcelará a quienes salgan a la calle son algunos ejemplos de este tipo de rumor.

Aunque los rumores difunden información errónea, tienen una función primordial: nos ayudan a procesar y dar sentido a una situación incierta. ¿Cómo se puede terminar la rumorología? Con información y hechos concretos. Se fortalece esto con el uso de verificadores de hechos profesionales, la presentación de hechos en forma gráfica en lugar de textual y la refutación proveniente de una fuente inusitada en entornos polarizados.

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  • Foto del escritorIvette Estrada

Cambian los paradigmas de felicidad. Si en un momento asumimos que las reuniones multitudinarias eran sinónimo de disfrute, ahora lo son el hondo silencio que presagia el canto de los pájaros a las seis de la mañana. En las mesas ya no hay festines de comida rápida, sino frugales platos caseros rescatados de las recetas de nuestras abuelas. Las tardes se vuelven asombrosamente lentas y descubrimos que nuestra familia la conforman con quienes compartimos los muros ahora...son los seres con los que hilamos el día a día y los recuerdos. Los amigos se valoran más y su ausencia se rompe de pronto con una llamada gentil que requiere ¿cómo estás?, y en el aire brota la plegaria: "cuídate por favor, tenemos que volver a vernos". Extraño besos y abrazos... por la ventana "pesco" a algunos de mis vecinos que agitan su mano como saludo. Con eso basta...aficionada a hablar más con los muertos que con los vivos, ahora se recrudece mi costumbre, y a veces paso horas ensimismada sin hablar con nadie de este u otros mundos, sino conmigo. Orar se vuelve parte de la vida, vuelve todo inusitadamente hermoso, con una placidez muy tenue, como caricia a una nueva realidad. No de un mundo distópico sino esperanzado y feliz, una realidad que aprende a estar consciente del momento que vive.


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