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Foto del escritorIvette Estrada



LOS TRES SELLOS: MUERTE, TIEMPO Y VIDA

Por Ivette Estrada

MUERTE

Finitud.

Ocasos que se vuelven ausencias, la no presencia, despedidas.

Lágrimas en el cristal, sobre ventanas, en el fondo de los lagos, en un campo.

Soles que hieren los ojos. Voces que comenzaremos a evocar cuando ya no suenen, no en esta realidad.

Muerte es el salto al vacío. La inmisericordia, los brazos atados, las suplicas no dichas.

Muerte es descubrir pasadizos secretos en los ojos que nos miran en el espejo.

Es un letargo que va más allá del camposanto, un clamor que emerge en la sangre, sueños y lealtades.

Muerte son los puñados de nombres que conforman mi historia, mi familia en el cielo, el tiempo que escapa, los te amo que no pronuncié.

Muerte es el mundo fragmentado, la sabiduría que habita en otras dimensiones y realidades que no logro asir.

Muerte es mi padre y su deambular en esta vida.

Muerte es el eco de la voz de mi madre, la figura de ambos que se forman en la imaginación y la iridiscencia de la luz.

Muerte los finales: de proyectos, dichos, personas y cosas. El punto de no retorno, la semilla que no germina.

Muerte es inclinar la cabeza y abandonarse al destino, la embriaguez del remordimiento, los dientes de los tiranos, los héroes olvidados, la estirpe rota, los cuentos olvidados.

Es asumir que la infancia nunca existió, que los juegos no significaron nada, que el amor es una falasia.

Muerte es cuando no crees en Dios, ni en los milagros, ángeles ni santos.

Es la abyección de alejar a todos, es el horror de no encontrarte, es la misión no dibujada, la esterilidad de una mente, las manos desnudas, la boca que no ora ni sonrié.

Muerte es el dolor inmenso que regresa a veces en las noches, el no tenerte, no encontrate. Muerte es desearte.

Son barcos de papel en lagunas de agua anegada, anturios ocres que se convierten en polvo, pasos que se arrastran, mirada que evade. La muerte es traición.

 

 

 

TIEMPO

Tiempo es el rencuentro. El último tramo, la odisea y el regreso a un hogar.

Tiempo son los perros y los gatos, una cabellera enmarañada. Es mi padre y abuelo.

También el otro, el que nunca vi.

Son mis tíos y sus significados.

Tiempo es lisonja, el verso escrito en el espejo empañado, agua que hierve, hoja de calendario.

Es un mañana en un otoño de candor. Es muerte y vida, lo que nunca digo, lo que soy.

Tiempo es una posibilidad y un puente, el dintel entre lo onírico y lo real, la carretera que nos lleva a nuevos mundos, a gente que inicialmente desconcierta.

Tiempo es dulzura, el parpadeo, la chispa encendida y los juegos pirotécnicos en una fiesta de pueblo.

El encuentro, la interacción de una mirada, el vuelo feliz de las mariposas blancas.

Tiempo es mantequilla derretida, el embeleso.

Tiempo es la luz que se desprende en los libros, el alma de las cosas, los consejos.

Tiempo es todo aquello que ahora no poseo.

 

VIDA

Vida. La semilla. Lo sacro. Lo que abraza los cinco sentidos.

La realidad que bulle en el fuego, los rehiletes en el corazón cuando se ama. El redescubrimiento de la piel en otro que se vuelve nuestra.

Vida son los nombres con significados, los confines de lo que existe, el inaccesible cielo azul, el vientre que fragua una canción.

Vida son mis raíces, lo que acaricia la memoria, la risa de un grupo de niños, merodear en lugares donde hornean pan, la voz de instrumentos de cuerda, las vasijas de barro y la sal.

Vida son los pozos de mayo, mi madre y la estirpe de mujeres que me precedieron aquí, en la realidad donde hoy me hallo.

Vida siempre es mi madre, su grandeza, dignidad y nombre. Mi abuelita Angelita y si bonhomía, mi bisa Soledad y su virtud para espantar temores.

Vida es el sol de mis recreos, los gigantescos eucaliptos de paseo en el bosque, la sabiduría de mi padre y su santa serenidad.

Vida mis manos cuando acarician, la voz que ora, el zambullido del agua en una pileta de fondo obscuro.

Vida es esta primavera ausente de remordimientos, desprovista de dudas. Vida es la luz matinal que se asoma para ver mis párpados quietos antes de despertar.

Es el tañido de campanas en domingo, la reverberación que me atrapa si estoy sola, el universo de una naranja.

Vida es su boca, el instante en el que se abandona lo conocido y emergen nuevas rutas, los bailes de las sombras, las narrativas acunadas en las hojas.

Vida es la ternura que emerge entre las vértebras cuando dices palabras inmensas como familia o amigo.

Vida es solaz en medio del silencio, cuando se apagan los ruidos nocturnos y emerge nítida la consciencia y sus portentos.

 Si hablo de vida me remito a milenarios credos, a grupos antiguos, a pasiones sostenidas en la geografía y tiempo. Si hablo de vida me remonto a la pasión y filias, a la lluvia y espina. Si hablo de vida me remonto al sonido de los tambores y a la cadencia de la sangre. Si hablo de vida hablo de todo, incluso de mi.

 

 

 

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Foto del escritorIvette Estrada

La música del corazón no cesa. A veces es leve tintineo, murmullo que se pierde entre las pisadas del tiempo, dentro del cuerpo del vidrio y en la piel de los imanes. Duerme en los relojes, en cavernas y pozos…se despliega feliz ante la lluvia y los manantiales y se vuelve estruendosa en el vientre de los bosques y en el paso veloz de las llanuras. Conforme transcurre la vida logramos distinguir las mil melodías que yacen entre nuestro esqueleto y el pecho, les ponemos incluso nombre y apellido. Así aparecen los rezos callados, el canto que se escabulle entre las piedras, el que flota en el polvo de oro de los dientes de león veraniego y el sonido-solaz-nido de las voces amadas, de las palabras que desde el cielo me dice todavía mi mamita. En la música interna hay risas que el tiempo recicla y revive la infancia y los juegos. Entonces no existe la muerte, se deshace el tiempo y te aferras a promesas no dichas. En el silencio más hondo amanece todo, te reencuentras. Respiras. Algo bueno germina.



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