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  • Foto del escritorIvette Estrada


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La narración de historias es una tradición humana establecida desde hace mucho tiempo. Investigaciones recientes comienzan a descubrir cómo influyen en nuestras actitudes y comportamientos.

Se consideran una herramienta fundamental para fomentar la conciencia y el apoyo a diferentes causas. Las narrativas restaurativas son historias que se centran en la esperanza y la progresión. Mientras comunican la experiencia del sufrimiento, lo enmarcan en torno a la fuerza, la resistencia y la progresión. Están diseñadas para evocar una variedad de diferentes emociones positivas y negativas, sin una carga emocional tan grande como las historias que se centran en el sufrimiento, lo que en realidad puede impedir la empatía. La diferencia entre las historias restaurativas y las negativas se diferencian por la perspectiva del actor principal.

En la primera, se aborda fortaleza, progreso y apoyo a la familia mientras en la segunda se explotan los sentimientos de desesperanza y el impacto de la enfermedad en la vid, por ejemplo.

Las respuestas de los lectores/audiencias de la narrativa restaurativa experimentaron mayores emociones positivas y un deseo de hacer todo lo posible para ayudar. Sin embargo, ninguno de los dos tipos de narrativa pareció influir en la disposición a donar o en acciones más concretas, como el voluntariado o la búsqueda en línea de otras formas de ayuda. Sin embargo, aquellos que vieron la narrativa restaurativa estaban más interesados ​​en relacionarse con historias similares en el futuro.

En general, estos hallazgos sugieren que las narrativas restaurativas son una buena opción para fomentar el apoyo a las organizaciones de salud o organizaciones benéficas.

En diferentes experimentos sociales, asimismo, se detecta que el que se trate de una historia real o ficticia no altera las reacciones del lector/audiencia, lo que genera una amplia perspectiva sobre el empleo de las historias para generar mercadotecnia social.


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Aprendo a rezar sin palabras, con actos simbólicos que dan gratitud a la vida, lleno la memoria de momentos felices, me solazo en conversaciones a distancia con amigos y hago planes para cantar y visitar iglesias, componer el mundo, celebrar la vida. Las mañanas de mayo son polvo de oro que deambula por jacarandas y limoneros, que se atraviesa en las ventanas y nos recuerda que las noches obscuras terminan. Aparece entonces un credo diferente, no en las situaciones y la incertidumbre, sino en un poder que va más allá de lo que ahora que vivimos, una fuerza inextingible que nos permite afrontar todo y no reducirnos a víctimas de las circunstancias, sino alentarnos a construir nuestra realidad con una percepción más benigna. Aprendo a rezar sin emitir sonidos, sumida en un silencio que parece eterno, y sin embargo, un día amanecerán melodías y se perpetuarán los anhelos.


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